Imagen y palabra (música y danza)

Pensar es un proceso mental que se construye con imágenes y con palabras. Las imágenes, como si estuvieran preñadas de palabras, son condensaciones de significado. Pensar es dialogar con otros o internamente con nosotros mismos: revelar palabras desvelando imágenes. Pero en el pensar también intervienen la música y el gesto. La mitad de una palabra es música. La música hace que la palabra exprese más de lo que es. La música está hecha de sonidos significativos que se parecen más a las imágenes que a las palabras. El gesto es danza. El cuerpo es puro gesto. Cuando escribimos, tocamos la guitarra o nos atamos los cordones de los zapatos, la mano piensa. El cuerpo entero es pensante.

Si verbalizamos pensamientos, si los volcamos a palabras, hacemos filosofía; cuando los volcamos a imágenes, hacemos arte. De la misma forma, volcados a sonidos, hacen música y a movimientos corporales, danza. En la danza creativa de la vida permanentemente se entremezclan y recombinant imágenes, palabras, música y cuerpos.

Para algunos (1), la imagen, la escena, la vida emerge de la música. La música es el caldo primitivo, la pulsación elemental. Sin embargo, en el caso del cine, por ejemplo, suele ser al contrario, la música se aplica como complemento ilustrativo de la imagen, un fondo sonoro que ayuda a resaltar o colorear la escena. En la actualidad, nos caracteriza un impulso irrefrenable por transducir las imágenes a palabras, por contarlo todo (2). Contar es como contabilizar, dejar constancia fehaciente del acontecimiento. Las redes sociales y los selfies son una prueba de ello. Aunque estamos inmersos en una potente cultura visual, la mayoría de las imágenes con las que convivimos están despojadas de su valor evocativo, que ha sido sustituido por un valor persuasivo, el propio de la publicidad y de las distintas mañas para manipularnos como consumidores y como opinión pública. Son imágenes imperativas, órdenes: ¡haz esto! ¡no hagas eso!

Venga o no precedido de esa vibración musical primera, en su origen un pensamiento creativo es un destello interno, un tipo de visón directa a la que asistimos, invitados, y que vemos producirse sin apenas intervención alguna por nuestra parte. Tengan o no forma o detalle, lo que estos destellos inician es el despliegue de una manifestación verbal, visual, musical, corporal o de cualquiera de sus posibles combinaciones. Algo que se expresa de dentro a fuera.

Las imágenes evocan, las palabras enuncian, la música envuelve y la danza fluye.

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(1) Para Nietzsche, en su obra El nacimiento de la tragedia griega.

(2) De ahí que en el arte actual tenga una posición dominante el relato curatorial. Curiosamente la mayoría de los curadores o comisarios de arte son filósofos, historiadores del arte o los propios artistas.

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